Hay carros de fuego
esperando encender la pira del fracaso,
aguardando la calcinación
de tantos juegos de manos, de pies,
de cabeza, de azar…
Hay carros de fuego
que, desesperados, incapaces,
caen en el foso de un desamor baladí
sin lograr prender
la chispa que ciega la cordura.
Y todo permanece estático.