A MI PADRE
(24 de marzo)
Hoy te recuerdo soñador,
sentado en el muro que antaño
rodeaba la escuela,
con las piernas recogidas en tus brazos,
con esa mirada…
Con el pelo cano, ondulado por la brisa,
y ese nervio abultado
cruzando tu garganta varonil,
cruzando tu garganta varonil,
con esa mirada…
Hoy te recuerdo melancólico,
recitando versos en tu fuero, sin sonido,
moviendo los labios para tu gozo de poeta
con esa mirada…
Con las sienes duras, curtidas de trabajo,
con la humedad que bañaba tus ojos,
tan sinceros, tan azules, tan tristes
¡tan tremendamente tristes!
Con esa mirada…
La veo siempre, la recreo,
quedó grabada en mi pecho y en mi frente
porque no puedo olvidar,
por fugaz que haya sido el sueño,
tu despedida…
con esa mirada.
Con el calor que de tus manos emanaba,
con la emoción que dentro de ti, profunda,
iba hacinándose,
con el criterio vencido
por
la adversidad de lo real,
y sí, con esa mirada que ya es mía para
siempre.
¡Cómo te quiero! ¡Cómo me gusta verte en
mí!
A MI MADRE
(25 de marzo)
Todo ha surgido de su esmero,
todo se debe a su alcazaba,
lastimero lamento cubre su pecho;
doncella de quien esté, de donde esté.
Quiero verla libre
y solo es libre siendo esclava,
quiero oírla cantarina
y el canto se atragantó en el vacío de sus brazos,
quiero bañarla de primavera
y esa estación se halla en su sangre por siempre.
Pleitesía a la dama de corazones
al fuego de un hogar de amaneceres,
a la flor silvestre de aquella infancia
a la recia espalda de anafre abarrotado.
Pleitesía y amor a raudales,
pleitesía y el hueco de mi casa,
pleitesía y toda mi sangre de almíbar
heredada de sus glóbulos.
¿Cómo no amar desde el abismo
a la madre fuerte, a la débil,
a la que llora o ríe a mi lado?
¿Cómo no arrodillarme ante sus silencios?
¿Cómo no arrepentirme de mis desaires?