A la primera nevada lanzo mi éter.
Se desvanece así la esclerosis
que padece mi corazón tullido y amoratado.
Va apagándose, en lenta comparsa,
la efervescencia del disimulo.
Y pretendo
arrugar la montaña en papel maché,
esculpir un río entre pastores,
desmigar musgo seco de otro diciembre.
Sol deprimido que se acaba, barba blanca reiterante
y luces de colores en todas las ventanas.
Fiesta y caro perfume,
escote y rojo carmín acudiendo raudo
al labio que bebió de tu alta copa.
Aún sigo esperando volver a verme
al abrigo de tus navideños ojos.
¡Si tan fácil fuese nacer de nuevo año tras año!