Abro el alma en el rocío de una aurora
dejando
que el espacio se apodere de una crónica,
que gozosa,
bulle entre latidos de pan de amor.
Y con todo el hueco
de mi ser al descubierto
saciado
de tus pálpitos,
fluye siempre la impúdica danza
de nuestra íntima permanencia.
Así te amo.
Así salta la vida en cada momento
cuando te siento.
Entre el vaho de mi aliento y tu sal
se funden todas las rocas
en un núcleo volcánico de paradójica solidez.
Así te amo,
trenzando estelas de agua
frente al calor de
nuestras sombras
todos los días.
Floto si respiro,
y respiro,
y floto…
Y, a través de mi insistencia,
tu temblor se hace carne
en el jardín de un
sueño desnudo.
No existe unión más templada
ni labios más entregados.
Me colmo de cielo, de huesos, de pálidas lunas
que vienen a posar arenas eternas
en penumbras insomnes.
Así te amo,
no recuerdo un instante
en el que no haya morado rebosante de ti.