En un asterisco de providencia
se engloba el metal de tu sed.
Vas caminando sepultando risas
y flores,
y encendidos pechos que por ti suspiraron.
Quisiste cambiar el rumbo
y te abandonaste
en el fluir de un río manso.
Quisiste cambiar el rumbo
y un cianótico y desoxigenado velo de estragos
se apoderó de tu estirpe dormida.
Ya solo el hado
con su mágico báculo
puede trocar tu hierro
por dulce aliento de plata,
por agua de vida plena.