Huele el cielo a tu alma
Y trae el aroma de la integridad sin aditivos.
Huele el cielo a rocío de amor condensado,
A horno caliente de infancia,
A pulso veloz y acaballado
Que no consigue detener su pálpito.
Tu mar me apresa en abrazo seco, sin agua;
Solo la espuma me roza zalamera
Hasta hacerme gemir al recuerdo.
Huele el cielo a leche desnuda,
A cabriolas de golondrina de mayo,
A miles de impulsos que soslayan el control de mi mente.
Y, de esta libre cascada de aromas, me impregno
Hasta casi ahogarme,
Por obviar expirar
En el obligado movimiento rítmico
De una respiración.
"Eternal Flame", un homenaje a las lecturas de cine, que son tan electrizantes como yo imaginaba.
ResponderEliminarOtra de aromas.
Aromas
ResponderEliminarLa abuela cernía la harina, la amasaba en la artesa y la arropaba con una tela apropiada hasta que fermentaba.
Calentaba el horno con leña de roble, para luego cocer los panes.
El pan caliente se comía solo y al sacarlo del horno, la casa se llenaba de olor a pan tierno….
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Hummm! De los mejores olores que conozco, Árbol.
ResponderEliminarGracias.
¡¡Ufffff!
ResponderEliminarLa emoción ha robado mis palabras.
Aún sin palabras te digo:¡¡ preciosa!!.
Besos, guapa.
Maryxel.
Huele el cielo, Maryxel y trae aroma a integridad.
ResponderEliminarPoema de cielo
poema de manos abiertas,
en espera,
para que el corazón transcriba
divinos versos entre los dedos.
Un besico, amiga.
Yo iba con mi madre cada semana y le ayudaba a hacer los panes de la semana que, una vez cocidos, medíamos en la orza para que aguantaran. Los mejores, los del segundo, tercer y cuarto día. Por las tardes nos preparaban un "canto" con aceite y sal o azúcar. Un beso
ResponderEliminarSiempre recuerdo como me embriagaba al pasar por la puerta del horno de la mano de mi madre. A mí me ponía nata de la capa que hacía la leche en una rebanada con azúcar, sería para que engordara un poco pues era un poquillo menuda.
ResponderEliminarTienes unos blogs muy interesantes. Un beso.