domingo, 15 de febrero de 2015

Para incitarla a florecer




Me río ahora
de aquella niña virgen, esquiva
y aprendiz de compañera
que, en la cuneta del tiempo,
quedó soterrada.
Me río de la idiotez de pensamientos,
de los díscolos nervios que soportaba
al mirar hacia otros,
de su falta de expresión.
Y cuando contemplo, retroactivamente,
la tortura basal a la que se sometía
sigo carcajeando sin parar
 por sus crueles autojuicios
siempre condenatorios.
Me río de la simpleza absoluta,
de la escama vehemente
-psoriasis de su alma translúcida-,
y de los besos que dejó sin besar.
También de los pecados me río,
de las impúdicas conductas,
del imberbe sueño
 de amor y gloria que fraguó.
Me río, sobre todo,
para incitarla a florecer
porque a pesar de los años vividos
continúa en traumática comunión consigo misma,
sin despegar. 




Dedicado en especial a la clase de Informática de Educación de Adultos de Calatorao. 


sábado, 7 de febrero de 2015



Y todos los besos de amor están en tus labios muertos,
así como en tu extinta mirada
se hallan todas mis ansiedades.
Y todos los números,
y los pájaros,
y los sueños,
en ese último latido
que colmó de pérfida lírica los días.
Y los resquicios del alma,
los rotos del hambre,
las miserias y las lunas vacías,
se van chocando, impertinentes,
dibujando el rostro verde de la tarde.
Y todos los carmines en tu boca,
y mi lengua traspasando el humo de tu estómago,
y tu hálito vivo en mi arcaico diario.
Y todos los besos de amor,
todos,
paseando en playas calladas, desiertas,
en islas ausentes de existencia,
en náufragos y fantasmas buques
                                           que pierden su forma en la noche      
atrapados por un océano de pródiga memoria. 
M/M